MAS INFORMACION DE CASA DE SALINAS

 

 

Situación:

 

 

El emplazamiento de Casa de Salinas es absolutamente privilegiado, pues se encuentra en pleno corazón de la zona monumental más densa de Sevilla, área que también es la más representativa y mejor conservada de la ciudad histórica. Por su posición elevada ha permanecido a salvo de las crecidas del río que históricamente inundaban Sevilla. Casa palaciega del siglo XVI, construida bajo el influjo renacentista que experimentó Sevilla cuando era la metrópoli más importante de Europa al ser cabecera del tráfico con América, se sitúa en la zona donde radicaban los más importantes hombres dedicados al comercio de la ciudad, los linajes más rancios y los personajes más acaudalados.

 

Desde el siglo XVI este tramo alto de la actual Mateos Gago (desde Fabiola a Mesón del Moro) se llamaba Corral del Don Juan (primer propietario, Don Juan Ortiz de Guzmán) y luego pasa a Don Juan Ponce de León, por lo que se solar mantiene el nombre.

 

El llamado Corral de Don Juan se situaba en el solar de la actual Iglesia de Santa Cruz y el colegio parroquial de San Isidoro. En la segunda mitad del siglo XVI cambia de manos al adquirirlo el marqués de Villamanrique de Zúñiga, por compra de Doña Teresa de Zúñiga, duquesa de Béjar, y empieza a ser conocido como el corral de Don Manrique. Precisamente mientras los Jaén (primeros propietarios de la actual Casa de Salinas) dan prestancia a su residencia, este corral se convierte en famosísimo corral de comedias donde estrenan las obras de Juan de la Cueva. 

 

El entorno de Casa de Salinas sufre un declive, como toda la ciudad, en el XVII. El anterior corral de comedias pasa a tener otros actores, como se ve reflejado en un acuerdo del Cabildo de canónigos del 19 de julio de 1623, en el que deciden solicitar al Asistente de la ciudad “que se limpien de malas mujeres las casillas del corral… por lo que tienen de inconveniente… para todo el barrio donde viven y por donde pasan señores prebendados que tienen tantos criados y son tan grandes las indecencias que allí suceden…”

 

El 1677, en ese solar se construye una iglesia (posterior parroquia de Santa Cruz) y colegio de Clérigos Menores, y durante un tiempo a este tramo de calle hasta la plaza de Virgen de los Reyes, que se llamaba así desde el siglo XII por haberse asentado allí el gremio de los borceguineros. Durante el período 1869-1875 se renombró toda ella Comuneros. Se le restituyó el nombre Borceguinería hasta que en 1893 pasa a rotularse Mateos Gago por un teólogo y profesor insigne de la Universidad de Sevilla.

 

Precisamente por la borceguinería (actual Calle Mateos Gago) “pasaba la antigua muralla de la ciudad antes de labrarse del Alcalzar”. Continuos hallazgos de fragmentos y trozos de un muro “anchísimo y fuerte” lo atestiguan, así como excavaciones que se han realizado en calles cercanas (Aire, Guzmán el Bueno) no hacen sino confirmar que se sitúa en uno de los terrenos arqueológicamente más ricos, y en el epicentro de la Híspalis romana.

 

 

LA CASA

  

De enorme valor artístico y monumental, es un genuino ejemplo de casa principal sevillana. Esta casa podría incluirse entre aquellas que ya en 1547 se mencionan como síntoma de la modernización de la vivienda hispalense, por centrase alrededor de un patio de doble galería sobre columnas de mármol y decoraciones platerescas que demuestran su instalación plena en el gusto clásico del Renacimiento, que en tierras andaluzas toma cuerpo de forma matizada.

 

Con el paso de los años, se iría imponiendo en las edificaciones destinadas a residencia una tendencia aún mayor a la diafanidad y la apertura, auspiciadas por el racionalismo ilustrado del siglo XVIII; mansiones de nuevo tipo van sustituyendo a las anteriores, y los ejemplos de la vivienda palaciega de hace más de trescientos años, como el caso que nos ocupa, se tornan cada vez más valiosos no sólo por la singularidad y calidad de sus elementos, sino también por su rareza.

 

La casa adquiere sus actuales proporciones y la mayoría de sus elementos arquitectónicos a partir de 1577, como propiedad del linaje Jaén Roelas, que la mantiene durante más de trescientos años. A finales del siglo XIX es adquirida por Don Eduardo Ybarra que la somete a una amplia reforma y redecoración al gusto de la época. Eduardo Ybarra añade gran cantidad de azulejos de la fábrica de Mensaque (Triana), un mosaico de tema báquico, encontrado en Itálica y datado en el siglo II DC, además de una escultura en mármol blanco de la Virgen de los Remedios procedente del convento del mismo nombre (ambas piezas en el tercer patio o patio jardín). También añade las vidrieras fabricadas por Pickman, en el comedor superior y el patio principal. La familia Salinas, actuales propietarios inician una cuidadosa restitución de sus elementos originales, conservando lo mejor de las intervenciones posteriores a su construcción.

 

 

SOBRE EL LINAJE DE LOS JAEN

 

 

En 1577, Baltasar de Jaén y su esposa, compran a un tal Pedro López Núñez un conjunto de casas, según consta en la escritura de fundación de mayorazgo de los Jaén. Esta familia va a ser propietaria de la casa desde esa fecha hasta bien entrado el siglo XIX. Es por tanto la residencia principal de un linaje, y se va a mantener prácticamente igual desde que la construyen y mediados del siglo XVI.

 

1.- Caballeros Guerreros

 

El linaje de los Jaén se remonta hasta la primera figura que aparece, Ruy Fernández de Jaén, señor del castillo de Albánchez, que vendería en 1338 al Concejo de Úbeda. Ruy Fernández inicia una saga de caballeros guerreros con notables hechos de armas en la Reconquista y en las guerras civiles. Al propio Ruy Fernández se le encuentra con las huestes del sublevado maestre de Alcántara cercado por el rey en la fortaleza de Valencia de Alcántara.

 

Le sucede Diego Fernández de Jaén, Comendador de la Orden de Santiago, muerto en 1362 en la batalla de Guadix contra los moros granadinos.

Hacia 1400 vemos otro Ruy Fernández de Jaén, casado con Leonor Sánchez, establecido ya en Sevilla y con enterramiento propio en el monasterio del Carmen. Los Jaén empiezan a ser una familia notoria en la Sevilla del siglo XV.

 

Los hijos de los anteriores (Pedro de Jaén, Comendador de Calatrava la Vieja; Alfonso de Jaén, Caballero Veinticuatro de Sevilla, Y Juan de Guzmán, Comendador de Calatrava) mueren sin descendencia.

 

 

2.- Poderosos mercaderes

 

La única hija del linaje, Catalina Rodríguez de Jaén, con Diego López de las Roelas, caballero mayorazgo principal de la ciudad de Sevilla y Caballero Veinticuatro, que hereda la hacienda, enteramiento y mayorazgo de la línea principal de los Jaén.

 

De esta manera su hijo pasa a llamarse Pedro de Jaén antes Roelas por privilegio Real en 1487 otorgado por los Reyes Católicos. Pedro de Jaén entronca así el linaje de los Jaén con el de los Roelas, que se decían descendientes de los godos que vivieron el Toledo durante la denominación islámica.

Vinculado a los Roelas, ya los Jaén, por tanto, es Don Gonzalo de Mena, arzobispo de Sevilla y fundador de la Cartuja de Santa María de la Cuevas.

 A finales del siglo XV, el apellido Jaén aparece con frecuencia.

 

En la Sevilla de la época surge una élite sevillana entre maridajes de hidalgos y mercaderes poderosos, a menudo de origen converso o extranjero, que consolida su prosperidad con mayorazgos, capellanías y lujosas residencias.

 

Si antes eran los Jaén destacados hombres de armas, en el siglo XVI aparecen entre los más activos mercaderes y financieros de Sevilla. Los Jaén hicieron prontas inversiones en el tráfico de Indias, y varios miembros de la familia cruzaron el Atlántico: Alonso de Jaén embarca en 1501 en una carabela de la Armada del Comendador Alfonso Vélez de Mendoza, en un viaje descubridor. Hay además otros Jaén que intervienen en la financiación y fletes de la Carrera de Indias como García de Jaén.

Fernando o Hernando de Jaén va a ser el que más destaque en estas actividades, alcanzando una fortuna considerable y un gran renombre y prestigio en la vida local. Entre 1514 y 1550, documentos guardados en el Archivo de Protocolos Notariales dan fe de la variedad de sus negocios: fletes marítimos, compra de cosechas, alquiler de bodegas o la formación de compañías.

 

Precisamente, en una de estas compañías, que realiza operaciones entre Sevilla y el puerto de Santo Domingo de la isla de La Española, aparece como socio Don Baltasar de Jaén, probablemente su hijo, que fundaría el mayorazgo que tendría a esta casa como su residencia principal.

 

  

Será Hernando de Jaén el que consiga reconocimiento oficial y público de su condición de hidalgo, cuando solicita del Cabildo ser eximido del pago del impuesto correspondiente al consumo de carne (llamado “blanca de la carne”) privilegio que marcaba la frontera entre la nobleza y el común.

 

 

ÚLTIMAS VICISITUDES DE LA CASA

 

 

El mayorazgo de los Jaén se extingue en 1843, después de que la casa fuera objeto de varias vicisitudes.

 

A principios del siglo XIX es ocupada por las tropas napoleónicas. En 1822 se tenía arrendada como vivienda y taller de imprenta. Con la desaparición del mayorazgo el inmueble es adquirido por diversos inquilinos y sometido a obras de adaptación, se dedica a colegio, contando incluso con un internado. La más llamativa fue una logia masónica (formada por las más importantes familias nobles y aristocráticas de la ciudad) que cuando se fue dejó una extensa estela de rumores sobre prácticas de muerte y cadáveres enterrados en la casa y nadie quería vivir en ella. De estos rumores se pasó al convencimiento de que los masones habían dejado un tesoro escondido. El rumor fue tan fuerte que se pusieron a agujerear toda la casa. La búsqueda terminó cuando equivocadamente pincharon en una fosa séptica con desagradables consecuencias para todos los que estaban cavando en ese momento.

Don Manuel de Salinas Malagamba, adquiere la casa a la sobrina de Don Eduardo Ybarra en 1930 y desde ese momento hasta nuestros días es vivienda de la familia.

 

El edificio ha sido sometido a restauraciones encaminadas a devolver elementos decorativos que se perdieron a lo largo de los años.